El blog de juanfratic: Investigando en Educación, en TIC, en el aprendizaje, y otras cosas de la vida. Profesor de ESO preocupado en hacerlo mucho mejor y en ser feliz. Siempre en obras: compartiendo.

INVESTIGANDO LAS TIC EN EL AULA: El Blog de JuanfraTIC

http://juanfratic.blogspot.com.es

Educación: Enseñanza-Aprendizaje

Metodologías emergentes, activas, inteligencias múltiples, aprendizaje cooperativo, etc.

Investigar, Indagar, Innovar

TIC, TAC, ABP, PBL, PLE, MOOC, EVA, ...

Afortunado de ser docente

Siempre tratando de hacerlo mucho mejor y disfrutando de mi profesión.

Mostrando entradas con la etiqueta actitud. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta actitud. Mostrar todas las entradas

domingo, 22 de marzo de 2015

Leyes de la Dinámica Docente

Primera ley de la dinámica docente o ley de la inercia
Todo docente persevera en su estado de reposo o costumbrismo uniforme, a no ser que sea motivado a cambiar su estado por fuerzas impresas sobre él.
Seguimos encontrando muchos docentes que siguen impartiendo sus clases de forma magistral, explicaciones y exposiciones interminables, basadas o fundamentadas en libros de texto, en los apuntes de la facultad o escuela y con una dinámica de clases basada en siempre lo mismo: subrayar tal y tal página y hacer los ejercicios 1, 2, 3, 4 y 5 de la página tal del libro.
Se recurre a lo fácil, a lo que se ha hecho toda la vida, a como se nos ha dado clase a nosotros, entrando en un dinamismo, aunque mejor dicho costumbrismo, que conduce en los tiempos que corren al ostracismo de nuestros alumnos. A que nuestros alumnos se aburran en clase, no tengan ganas de venir al centro, de asistir a nuestras clases, no quieran aprender. Los tiempos han cambiado, la sociedad, la ciencia, la tecnología, la manera de aprender y con ello la de enseñar, ha cambiado. No podemos seguir haciendo lo mismo que hace cincuenta, cien, años.
Una fuerza mayor como:

  • el notar que nuestros alumnos no están contentos en clase, que no vienen a gusto, que bostezan o que ponen cara de aburrirse soberanamente en nuestras clases,…
  • un elevado número de suspensos entre nuestros alumnos en nuestra asignatura,
  • quejas y toques de atención que nos llegan bien desde las familias, bien desde la dirección del centro o bien desde otros compañeros,
  • ese sentimiento de rabia porqué nuestros alumnos se lo pasan mejor y sacan mejores notas con otro docente que también los tiene y que aunque queramos justificarnos, no hay más que reconocer que con ese otro docente aprenden más y mejor que con nosotros,
  • ese sentimiento que puede aparecer en alguno de nosotros de no sentirnos a gusto con lo que estamos haciendo, sabedores de que podemos hacerlo mucho mejor, de que podemos investigar o experimentar otras formas posibles de hacer las cosas y que con ellas vamos a poder sentirnos mejor
  • una lectura que invite a la reflexión, un curso o una formación de calidad que invite al cambio, una charla o ponencia de algún pedagogo, investigador o conocedor de la realidad que se vive en el aula en nuestros días, una serie de informaciones que nos lleguen por diferentes canales y medios,
Se hace necesario que el docente deje de lado ese estado de reposo o de costumbrismo de hacer siempre lo mismo y sin buenos resultados. Por lo que se hace imprescindible la aparición de fuerzas que provoquen un cambio.

Segunda ley o ley del cambio
El cambio en el docente es proporcional a la fuerza impresa y ocurre mientras la fuerza que se imprime incida sobre la actitud del docente.
Y no vale cualquier fuerza, tiene que ser una fuerza capaz de producir un cambio duradero, permanente, que incida directamente sobre la actitud del docente. Atrás deben quedar las palabras bonitas, los discursos mesiánicos y los vendedores de humo.
Esa fuerza provocadora de un cambio necesario en la función docente, ha de ser capaz de provocar una motivación, una inquietud en el docente, esa motivación e inquietud que muchas veces exigimos a nuestros alumnos y pocas veces entendemos que somos nosotros quienes debemos provocarla, creando esa pasión por el aprendizaje. Pues bien, esa inquietud tiene múltiples facetas también y no se debe descuidar en ninguna de sus dimensiones.

Inquietud por:

  • superarse, hacerlo cada vez mejor
  • formarse, seguir aprendiendo
  • dar y compartir, ofrecerse como ayuda y pedirla cuando se necesite
  • saber aceptar el error, las limitaciones (no tenemos porqué saberlo todo sobre todo),
  • ser curioso, tener espíritu crítico, indagar e investigar,
  • autoevaluarse, reflexionar como hemos hecho las cosas, en que hemos acertado y en que hemos fallado
Sólo de esta manera se consigue crear una actitud diferente, una actitud docente capaz de hacer frente a los nuevos retos. Qué tenga presente metodologías y tecnologías emergentes sin abandonar aquellas metodologías y prácticas docentes que siempre le han funcionado. No debemos abandonar aquello que funciona, sólo abandonar aquello que no funciona o que se puede mejorar los resultados con nuevas prácticas o no tan nuevas pero que enriquecen y refuerzan el aprendizaje de nuestros alumnos.


Tercera  ley o principio de acción y reacción
Con toda acción docente, original y nueva, ocurre siempre una reacción agradecida del discente.
El principio de acción es muy claro y consecuente con los dos anteriores, sólo con una acción docente, original, nueva, apasionada, atrevida incluso, conseguiremos una reacción agradecida y emocionada del discente. Nuestros alumnos son de lo más agradecidos, sólo falta conectar con ellos, acercarles la realidad en la que vivimos con un lenguaje cercano y próximo a ellos, con enfoques novedosos y amenos.
Para que haya una reacción de este tipo necesitamos una buena acción. Y para dicha acción no nos vale con creernos los mensajes que lanzan otros en sus discursos, asistir a muchas formaciones, cursos, charlas y conferencias. Para llevar a cabo una acción hay que ponerse, hay que lanzarse, aunque eso sí, con conocimiento de causa, sabiendo lo que queremos, a donde nos lanzamos. Es triste comprobar que tras ilusionarse en una formación, en un encuentro de docentes, etc., esa ilusión se pierde, se abandona y no se lleva nada adelante por dejadez, por rutina, por miedo a lo desconocido, por temor al exceso de trabajo que ello pueda suponer, etc. Así que no hay que perder la ilusión y nada más experimentarla ponerse manos a la obra y salir adelante.
Luego, nos encontramos con que nos habrá podido salir mejor o peor, con quien habrá que se publicite, que cuente lo que ha hecho, para bien o para mal, y habrá quien no lo cuente y no por ello no será digno de estar entre los mejores, entre tantas y tan buenas prácticas docentes que hay por ahí y que no nos atrevemos a dar a conocer. Pero por encima de premios, reconocimientos, está todo el bien que hayamos podido hacer en el proceso de aprendizaje de nuestros alumnos y en el nuestro propio. Que sí, que los premios y reconocimientos están muy bien y que además sirven para ilusionar y contagiar a otra gente y hacerle ver que es posible, pero igual de válida es aquella experiencia que ha resultado ser un fracaso y que alguien o nosotros mismos la contamos, pues de ella se aprende y también de ella se contagia e ilusiona a la gente, al ver que no todo es oro lo que reluce. Pero volviendo a esta tercera ley y a lo que en ella se dice, toda acción no tendría sentido sin ellos, sin nuestros alumnos, los verdaderos protagonistas, los que reaccionan con su aprendizaje de cada una de las acciones que llevemos a cabo, y en definitiva es a quien nos debemos, a quien se debe nuestra profesión docente.

miércoles, 18 de febrero de 2015

La actitud docente vs. la aptitud docente


Que nuestro sistema educativo no es el finlandés es algo patente. Pero que los docentes españoles no estemos a la altura de los finlandeses, ya no es tan evidente. Estoy convencido de que en nuestro país está lleno de buenos docentes, buenos y también malos docentes. Pero que igualmente ocurre en Finlandia, en Singapur y en China por poner tres ejemplos diferentes.

A mi entender, el origen de todos los males de la educación de este país pasa por un problema de actitud. La actitud del docente. Fuera de clasificaciones y tablas comparativas entre sistemas educativos, docentes, competencias del alumnado, etc. de diferentes países, todas ellas discutibles y en las que no creo excesivamente, estoy hablando de un factor difícil de medir, valorar, cuantificar e incluso de apreciar.

Empecemos hablando de recursos. Eso que cualquier docente usa como pretexto y se le llena la boca al decir la de cosas que haría si tuviese recursos o, mejor, más realistas y coherentes con la situación “actual” (¿cuantos años llevamos así?) la de cosas que no puede hacer por no tener recursos. Sin embargo, para ser un buen docente, para que haya aprendizaje, no es necesario disponer de la última tecnología, o de grandes infraestructuras escolares. La mayoría de las veces, por no decir todas, la educación, el aprendizaje se da, sin necesidad de grandes faustos ni dispendios. Un docente ilusionado puede encontrar el modo de explicar el concepto de reacción química a sus alumnos sin la necesidad de poseer un laboratorio de química que esté a la última, bastará con que ese docente sepa transmitir, motivar e ilusionar a sus alumnos a que ellos mismos lo experimenten, y así, una sencilla reacción como la mezcla de bicarbonato sódico y vinagre servirá para que en manos de los alumnos aprendan dicho concepto en toda su extensión. Muchos son los expertos y pedagogos que nos alertan del peligro de tanta tecnología por encima de la metodología y/o sin contar con ella. Incluso en estos tiempos en los que adquieren especial relevancia las metodologías y teorías emergentes es necesario para que estas funcionen un docente con una ilusionante y motivadora actitud. Podemos llevar a la práctica el trabajo por proyectos, una flipped classroom, trabajar inteligencias múltiples, etc., pero si no le ponemos ganas y pasión en lo que hacemos, nuestros alumnos serán incapaces de absorber, de contagiarse y en definitiva de aprender con estas nuevas y no tan nuevas metodologías. Y que decir de la evaluación, esa práctica docente que se ha visto reducida a un proceso calificador, punitivo, muy alejada de una evaluación hecha con una actitud diferente, una evaluación que sea sumativa, formativa e integradora, que realmente valore el progreso en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Incluso con unas bien definidas rúbricas, unos concienzudos portafolios o unos elaborados diarios de aprendizaje, una correcta evaluación de nuestros alumnos está condicionada a una actitud predispuesta y sugerente del docente. Sin ella, volveremos una y otra vez a caer en el error de suspender indiscriminada y compulsivamente, sin llegar a nuestros alumnos, a valorarlos, a reconocer todo aquello que de bueno, de diferentes, de creativos y de originales tengan. Esa valoración de la diversidad, de todo lo bueno, creativo y original que tienen, que tenemos cada uno de nosotros, hace surgir en este proceso, los sentimientos y las emociones y justamente ese “emotionware” (término acuñado por mi gran amigo Fernando García Páez) tampoco será real, o simplemente no será, sin una actitud abierta, receptiva y generosa del docente.


Y es entonces cuando alguien dirá que el docente no está formado, o que todo esto se arregla con la formación. Pues bien, incluso la formación docente necesita un cambio de actitud, una forma diferente de verla. No podemos formarnos sin interés, sin querer, sin vocación, o buscando simplemente un “cumpli-miento”, un título o diploma justificativo muchas veces de algo que no hemos hecho. No hay mejor formación que aquella que se busca, que se vive y experimenta, aquella que se realiza con pasión, con sentimiento. Esa es la que no se olvida, la que se aplica de forma inmediata en el aula, la que se hace desde una actitud positiva, una actitud directa, que reporta felicidad en aquello que se está haciendo pues se hace desde la convicción, desde el gusto por aprender, por desarrollarse.
Por último, debo reconocer que todo esto no es fácil, que la actitud se puede cambiar, sí, no es algo que nos venga de serie, pero que también es cierto que viene y se va. Por ello, aunque resulte difícil, una actitud docente coherente con nuestra profesión, con nuestra tarea de velar por los ciudadanos del mañana, tiene su mayor logro, cuando se consigue que esta sea para toda la vida, aquella que hace del docente un ser ilusionado, apasionado con todo aquello que hace y que se desvive por lo que hace. Y que no se confunda con la vocación, pues aún sin vocación, esta actitud de la que estoy hablando, es posible.


Otros posibles títulos de este post:    
   
    •    Todo es cuestión de actitud.
    •    Reflexiones actitudinales de un docente.
    •    Actitud docente, sin acritud. 



Este y otros posts con temática educativa, también los puedes encontrar en:

Educar cada semana (El blog de la semana de la educación)