Quien me conoce, sabe que soy un tecnófilo nato. Desde bien pequeño he sido un fan y amante de las tecnologías. Conmigo siempre han estado los últimos cachivaches, artilugios y recursos más novedosos del mercado. Me gusta estar a la última, probarlo todo. En casa dispongo de un equipo con Windows, otro con Ubuntu y también trasteo con un Mac. Recurso, herramienta, publicación digital, etc. del que me entero, allí estoy probándolo, pasándomelo por las manos. En mis clases, mis alumnos ya me conocen desde hace tiempo, el tecnoprofe de Física y Química. Las TIC están muy presentes en mi día a día, tanto a nivel personal como evidentemente en el profesional. Lo digital vive conmigo, está presente las 24 horas del día.
Sin embargo, no puedo reprimir un placentero gusto por lo analógico. Me explico:
Todo y que leo periódicos digitales asiduamente en Internet, no puedo dejar de devorar, especialmente los domingos, varios ejemplares de prensa en papel. Me gusta el tacto del papel, saborear cada página, leerlo del final al principio, llevármelo conmigo al campo, a la calle, degustarlo sigilosamente y a mi ritmo, etc. Igualmente me ocurre con los libros, documentos de texto, archivos de varias hojas en pdf, etc. Tengo libros digitales, pdfs, documentos, etc., los he leído, han pasado por mis ojos, pero no puedo evitar imprimirlos y así vivenciarlos, o bien todo y tener las versiones digitales de determinados libros, no puedo evitar comprarlos en papel disfrutar mucho más de su lectura analógica, subrayarlos, dejar marcadores de páginas en ellos, etc. Sí, ya sé que todo esto último también lo puedo hacer hoy en día con los digitales, pero para mí, no es lo mismo. Lo analógico tiene ese encanto que lo digital no me llega a dar.
Soy un gran amante de la música, de la música de cine especialmente, y tengo una pequeña colección de LPs y CDs. Disfruto escuchando esta música desde un viejo elepé, con su traqueteo, con su sonido para algunos imperfecto para otros lo más de lo más, limpiando los discos, etc. Igualmente y todo que ya son tecnología digital, me pasa con los CDs. Compro CDs originales, escucho la música de CDs originales, y lo siento, no puedo con los CDRs, y muchísimo menos con la música descargada de Internet, sea legal (iTunes, Amazon, etc.) o ilegal. Por desgracia, todo y que parece que el LP está resurgiendo y que el CD se resiste a morir, cada vez son más los álbumes que sólo se editan de forma digital para su descarga o que la única forma de conseguirlos es en CDR dado que no existe su edición oficial en CD.
Me gusta conservar películas, conciertos, musicales, y hasta obras de teatro en DVD. Aunque actualmente la tecnología ha mejorado muchísimo y puedes tener en el salón de tu casa un equipo que te proporciona una calidad tanto de imagen como de sonido espectacular, tengo que reconocer que aún a sabiendas de lo efímero de su ser, prefiero ver las películas en una sala de cine (donde muchas veces incluso se oye el ruido del proyector o el resto de espectadores comen palomitas, cuchichean, les suena el móvil o sacan el típico caramelito con ese indiscreto papel de celofán que lo recubre), los conciertos en salas de concierto o en vivo y en directo, y lo mismo me ocurre con los musicales y el teatro. Las sensaciones que experimentas en el vivo y en directo, ese “emotionware” que fluye en los momentos previos, en el durante y en el después, no tienen precio, no tienen igual, son impagables, únicos e irrepetibles. Las sensaciones perduran, te traen gratos recuerdos en el futuro, etc., mientras que el simple visionado de un DVD te deja muchas veces frío e indiferente por muy bueno que sea el espectáculo que éste te muestre.
Con la fotografía no me pasa lo mismo, y es raro. Conservo muchas fotografías, pero son muy pocas las que paso a papel. Casi la gran mayoría de mis fotografías permanecen en formato digital, ya sean personales o para uso profesional. Aunque ello no impide que me guste repasar y recordar excelentes momentos al visionar viejas fotos de mi infancia, o de mis padres y mis abuelos que conservo en una caja, o incluso también me gusta la olor (de ahí la mala mezcla de líquidos de revelado que hice que no se va la olor ni pasando .... años) que desprenden las primeras fotos que revelé por mi cuenta en blanco y negro.
En clase no reniego de la tiza y el borrador, de experimentar en el laboratorio, de realizar salidas extraescolares al campo, a la ciudad, a centros de interés, etc. Las vivencias que los alumnos constatan cuando la tiza cumple con su papel, o el experimentar de primera mano reacciones químicas, percibir olores, vistas y situaciones que sólo tienen lugar en el medio analógico y que el digital es incapaz, al menos hoy por hoy y me atrevo a pensar que por siempre, de reproducir o crear, son motivos suficientes para seguir reafirmándome en la importancia de lo analógico frente a lo digital.
Ni que decir tiene que prefiero miles de veces quedar con los amigos en encuentros presenciales que hablar y comunicarme con ellos mediante el teléfono, videoconferencias, redes sociales, correo electrónico, etc. Ya sé que no siempre es posible quedar de forma presencial y que ante ello, el poder hacerlo con los recursos y herramientas digitales que hoy tenemos a nuestra disposición es todo un lujo, pero insisto en las emociones y la felicidad que me proporcionan los primeros no me la proporcionan ni cincuenta veces de los segundos. Y eso que tengo mucho que agradecer a las tecnologías, pues gracias a ellas he hecho un montón de buenos amigos, me ha permitido reencontrar a otros que ya daba por perdidos, y me permite seguir manteniendo el contacto con los viejos amigos de siempre. Y quien dice amigos, dice familia, colegas de profesión, gente con tus mismas aficiones, pasiones o intereses, etc.
Incluso dentro de lo digital, encuentro en mi, en algunas estrategias, formas de proceder y trabajar, cierto regusto por lo clásico, aquello menos artificial, aquello más rudimentario. Por ejemplo, en twitter soy de los que todavía tuitea y sigue su TL desde la web de twitter, sin hacer uso de ningún panel de control, agregador o browser (tipo Tweetdeck, etc.). Huyo de agregadores de contenidos o soportes para el PLE como Symbaloo, Netvibes, iGoogle, etc. y prefiero seguir usando herramientas individuales para cada una de las partes o facetas de mi PLE.
No reniego de las TIC ni de lo digital, solo confieso que lo analógico y a veces lo clásico, también tiene su encanto, un encanto discreto (frente a lo popular y a veces escandaloso de lo digital), placentero (frente a lo muchas veces extasiante de lo digital) y tradicional (frente a lo novedoso, creativo y original de lo digital). Solo me preguntaba si esta sensación de “traición” (por llamarlo de alguna forma) a las TIC es algo normal, o si ya estoy desvariando o chocheando.
Estoy contigo Juanfra, estoy contigo.
ResponderEliminarUn abrazo
Algo que nos suele pasar a muchos... las ganas de estrenar lo nuevo y de menospreciar lo antiguo. Yo especialmente me quedo con poder llevarme mi libro a la playa y leerlo en la orilla a diferencia de los "fantásticos" ebooks. En otras cosas me quedo con los nuevos cahibaches... pero se puede convivir con ambas cosas.Totalmente de acuerdo contigo. Traición? no hay y no lo sientas así.
ResponderEliminarLara
¡Qué bien te entiendo!
ResponderEliminarGracias Domingo, Lara y Engracia
ResponderEliminarUn placer reconfortante darse cuenta uno de que no está solo en este tipo de pensamientos.
Un abrazo.