El contenido de una exposición y la forma en que lo hagamos llegar es otro de los aspectos más importantes a tener en cuenta cuando comunicamos.
- Hay oradores que optan por transmitir aquello que deben, quieren o se les ha pedido, de una forma llana, directa, sin ambigüedades y sin recurrir a ningún tipo de recurso estilístico o visual.
- Hay otros en cambio que prefieren echar mano de metáforas visuales, juegos de palabras, imágenes polisémicas, etc. para transmitir su mensaje.
- Y por último están aquellos que mezclan los dos estilos anteriores.
Claro, recurrir a un estilo u otro también debería de estar condicionado por la audiencia a la que vamos a dirigirnos. Muchas veces tendremos que ceñirnos a un estilo u otro en función de los condicionantes, de las circunstancias, etc., y no tendremos elección posible.
Por ejemplo, no podemos utilizar metáforas visuales que requieran cierto esfuerzo de comprensión o juegos de palabras que requieran determinado nivel de riqueza léxica delante de alumnos de infantil o de los primeros ciclos de primaria, frente a alumnos de secundaria, bachillerato o niveles universitarios.
Volviendo al símil cinematográfico. Una película que esconde cierto mensaje, o que te hace pensar, o incluso aquellas que dejan el final abierto, no pueden estar dirigidas al público infantil que requiere de un cine más llano, nada difícil, que sea entretenimiento puro.
Y desgraciadamente también podemos encontrarnos con que a pesar de tener una audiencia más o menos homogénea en edad y nivel conceptual, preparada para recibir determinados tipos de exposiciones más elaboradas, con metáforas y con un propósito de ir más allá tras su finalización, determinados miembros de dicha audiencia pueden tener sus expectativas muy alejadas de nuestras intenciones, buscando algo más sencillo que no les obligue a pensar, razonar o actuar durante o tras su finalización. Así pues, hay también cierta parte intrínseca de cada receptor de nuestra exposición ante lo que de ella esperan, y esto me lleva a la conclusión de que ante la duda de la audiencia que nos podemos encontrar, una solución intermedia es la que puede contentar a un mayor número de receptores. Una vez más, la solución pasa por ser el camino del medio.
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