Aprendizaje compartido

Esta semana en un curso de formación del profesorado en el que estoy participando, he coincidido con un antiguo compañero de la EGB. Ambos nos hemos alegrado de reencontrarnos taitantos años después, en una misma clase, como alumnos, como compañeros de aprendizaje. No sé si es junto a mi, el único compañero de esos cursos de la EGB que se ha dedicado a la docencia, pero tanto da, ambos profes hoy en día, seguimos aprendiendo juntos con ilusión. También se da la circunstancia de que la profesora del curso, que no ha sido alumna nuestra, si lo fue de otro colega, amigo y conocido nuestro. Ahora  ambos son compañeros de trabajo en el mismo centro.

En las noticias de esta semana, muestran como personas mayores, jubilados y otros voluntarios, dan clases de informática en las prisiones a los reclusos.

En los anuncios, en la realidad cotidiana del día a día, ves como hijos enseñan a sus padres a manejarse con el ordenador, con las redes sociales, o simplemente con el mando de la tele. También madres y padres que se implican en el aprendizaje de sus hijos/as, ayudándoles a realizar las tareas, acompañándoles en sus descubrimientos o en el acercamiento a un uso correcto de internet.

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No hay trabajo, tarea, profesión, rol, forma de ser, actividad humana que no lleve implícito un aprendizaje continuo. Yo sigo aprendiendo y formándome como cuando iba a la EGB. No lo puedo evitar, pasan los años y sigo teniendo las mismas ganas y el mismo interés por aprender cosas nuevas cada día como mi primer día de cole como alumno. No puedo entender y me entristece mucho oír, aquello de “voy a buscarme un trabajo en el que no tenga que continuar estudiando”, o aquello que algunos colegas de profesión dicen cuando se les plantea algún curso de formación: “Yo ya cursé mi carrera, para cursillos estoy yo, déjate que yo ya sé suficientes cosas”. Bueno, todos hemos tenido profesores buenos y malos, profesores de los que hemos aprendido mucho y de otros de los que no, profesores de los que aprendimos cosas importantes de la vida, y de otros de los que al menos aprendimos a no repetir sus mismos errores, pero de todos ellos aprendimos. Hoy hablamos mucho de aprender a aprender, de aprender por competencias, de aprender el saber hacer y no el contenido. Sigue habiendo competitividad en el aprendizaje, pero también hay aprendizaje colaborativo, aprendizaje en grupo, por proyectos, etc.

La vida en si misma es un continuo aprendizaje, siempre estas aprendiendo, Todos aprendemos de todos. Yo aprendo de mis alumnos y espero que también ellos aprendan de mi algo bueno. No importa la edad, la condición, la profesión, etc., todas las personas somos capaces de aprender de las otras. Y  quien diga lo contrario, se está mintiendo. Nadie ha nacido sabio o perfecto, con toda la sabiduría en su haber. Pero tampoco hay que agobiarse, ninguno alcanzaremos el saber total, por mucho afán en conocer, aprender, descubrir que pongamos en nuestras vidas. Eso sí, el aprendizaje nos hace más libres, más felices, más personas. Y aquí vuelve a aparecer el compartir, que tan recurrente está siendo desde los inicios de este blog. El que obtenemos de ese aprendizaje no es un bien exclusivo, no nos hace mejores por coleccionarlo y acapararlo para nosotros mismos. Lo realmente interesante es compartirlo, fomentarlo, para que en ese quid pro quo todos salgamos ganando. Tu te enriqueces cuando das, pues otros también se enriquecen del que tu has dado cuando ellos dan. Mi amiga Ana Ovando me descubrió, en un comentario a un post pasado, la siguiente cita de Machado: “En cuestiones de cultura y de saber, sólo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da”, una auténtica joya, a la que añadiría en el mismo sentido la de Sir Ken Robinson: “No permitas que te roben las ideas, regálalas!”.

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